
Diego González
De nuevo en el barrio de la Calzada, que regaló en 1944 a una criatura que sería capataz primario de la Hermandad de San Benito, don Carlos Morán Fernández, un año después, mismo barrio, otro parto, otro niño, nació predestinado también para ser capataz del paso del Santísimo Cristo de la Sangre, don Diego González Quirós.
Sus primeros servicios a la hermandad los presta en las labores de ayudantía del prioste, siendo el titular don José María Rodríguez Guillén.
Por su seriedad y bien hacer don Manuel Ponce Jiménez le ofrece el cargo de Mayordomo 2º en su Junta de Gobierno durante el periodo 1972 a 1976. Cuando sale elegido en el cargo superior don José María Suárez San Miguel confirma a Diego en el mismo cargo hasta 1982, que reelegido lo nombra Prioste 1º hasta el año 1985.
Ya se había producido la metamorfosis costalera. San Benito se fue armonizando con garantía de futuro en el proceso evolutivo del mundo del costal. Encontró a hermanos capacitados, hombres de sentimientos arraigados en la devoción a sus Titulares, para ejercer la importante misión, cuasi vocacional, de llevar las Sagradas Imágenes en la Cofradía el Martes Santo, sin efectos somáticos, y sí con la responsabilidad colectiva de formar un eficaz equipo de capataces, contraguías y costaleros de la Casa, es decir, una cuadrilla de la propia Hermandad.
El año 1974 sale de fiscal del paso del Santísimo Cristo de la Sangre, aquello le permitió conocer circunstancias imprevistas que se presentan durante el tránsito de la cofradía.
Se inicia en la cuadrilla de Carlos Morán como listero en dos ocasiones 1978 y 1979 donde aprende, en la práctica, los entresijos de las labores de dirigir un paso, mandar y obedecer, vencer obstáculos y resolver la situación cada uno en su sitio, delante del martillo, junto a la manigueta, de listero, o con la faja y el costal bien ajustado.

El Martes Santo de 1979, día 10 de abril, cuando el paso de Misterio entró en el templo, ya en la madrugada del miércoles, y quedó estacionado en su lugar habitual del año; cuando cansados, sudorosos, lacrimosos, exaltados por el ritmo nictemeral toda la cuadrilla de Carlos Morán miraba la serena humildad del Señor rezando el Padre Nuestro, se le acerca el hermano Manuel Ponce y le dice: “Diego, el año que viene tienes que ser tú el capataz del Cristo”. Imaginemos a ese hermano cuando aún no había entrado el segundo paso en la iglesia. Su mente procesó el futuro, avanzó un año. Al verlo en la puerta venciendo las jambas y el dintel, se vio delante con la responsabilidad de ser quien con voz exaltada iba mandando, “vamos mis valientes” “que ya estamos en casa” “poco a poco, no correr”. Se abrazaría a Carlos terminando la escena de dos hermanos capataces llorando de alegría para gloria de su Hermandad.
Diego es muy sensible, detallista, observador, valora las situaciones particulares, íntimas, alegres o tristes. Ofrece gratuitamente la armonía de su amistad fraterna con el consuelo o el abrazo que acreditan una calidad humana sobresaliente en una época de personalismos y egos.
Pensaba que “no necesariamente para ser capataz se debe de ser antes costalero” Lo importantemente es confiar en los hombres, hablar con ellos, animarlos, y sobre todo practicar una amistad, una convivencia familiar y generosa. Son los costaleros quienes definen al capataz.
Diego delante del paso fijaba su mirada en la Bendita Imagen y embriagado por la emoción, se le abajaba el tono de la voz, acordándose de los hermanos necesitados de fe, de esperanza y de amor.

Guarda un recuerdo entrañable de su equipo de colaboradores: su apreciado capataz segundo Francisco de la Rosa Morales, su extraordinario equipo de contraguías y a dos personas sencillas, como “el aguaor” José Gallardo Morales “el Caña” y su ayudante Ángel Luis Reina Algora “Bertoni” y por supuesto, al verdadero motor del paso, que no es otro que todo el grupo de los hermanos costaleros, artífices del bien hacer el Martes Santo para que el acto penitencial sea una verdadera oración de Piedad Popular.
Durante todos los años que tuvo el honor de ser el capataz del paso del Santísimo Cristo de la Sangre lo llevó tal como dice el cuarteto poético de Rodríguez Buzón: ““Si llevas a Dios clavado del madero, hazlo con mimo y cuidado de enfermero, dale un paso acompasado y hazle de pluma el sendero”.
En el Cabildo celebrado el día 21 de octubre de 2004 le fue concedida la distinción de “Capataz Ejemplar de la Hermandad de San Benito”.
